El lunes 9 de noviembre de 2009 el telediario del mediodía en TV3 dio la noticia que a los inmigrantes se los alfabetizaba en Cataluña únicamente en catalán, aplicando el criterio de la inmersión lingüística, a pesar que la mayoría entienden el castellano con dificultades.
Pero, voilà, a continuación hablaron del fichaje de Cruyff como técnico de la selección catalana de fútbol. Una gran noticia “nacional”, tan importante que el presidente de la Federación catalana incluso estaba emocionado. La paradoja fue cuando hablaron de Cruyff y la lengua catalana. Efectivamente, al Sr. Cruyff se le perdona que no hable catalán, a pesar de ser el entrenador de la selección “nacional” catalana. Cruyff garantiza, según los responsables de la Federación, la difusión internacional de la selección catalana y subliminalmente la idea de una “nación catalana”. Por lo tanto, no se podía perder esta ocasión y no se atreven a imponerle que hable catalán. Con el inglés y el castellano, es suficiente. Ya lo entienden.
¿Cómo se podía exigir o imponer a una celebridad el catalán? Eso sólo puede hacerse con los inmigrantes económicos en busca famélica de trabajo a quienes si se les puede imponer el catalán, pues son pobres y a los pobres si se puede. Cruyff es otra cosa, evidentemente. Fundamentalmente, no es pobre.
El inmigrante extranjero viene a trabajar a Cataluña en tanto que parte de un Estado del primer mundo y sólo busca trabajo con el que poder vivir dignamente y ayudar a su familia en su país de origen; por lo tanto, la lengua no tiene ninguna significación más allá que el ser una herramienta de comunicación imprescindible para vivir y trabajar en un país extranjero. Por lo tanto, la lengua es puramente instrumental. La imposición del catalán al inmigrante como “conditio sine qua non” para poder obtener el permiso de trabajo y residencia supone, por un lado, menospreciar su capacidad de elección e ignorar que el inmigrante no viene a Cataluña para quedarse sino que sólo estará en la medida en que encuentre trabajo. Por lo tanto, el día que el trabajo se acabe, cambiará de lugar de residencia y muy posiblemente marchará a cualquier otro lugar de España. Si no se le facilita el aprendizaje del castellano como herramienta instrumental y fundamental de comunicación en todo el Estado, por un lado, le estamos limitando severamente sus posibilidades de colocación profesional en todo el territorio estatal y la posibilidad de seguir encontrando trabajo y, por otro lado, los estamos atando y condenando a vivir siempre en Cataluña, pues el catalán no le servirá fuera de Cataluña y un conocimiento nulo o insuficiente del castellano lo dejará fuera del mercado de trabajo frente a los demás trabajadores extranjeros. En conclusión, está visto que en Cataluña con la lengua se puede ser fuerte con el pobre y débil con el rico. |
viernes, 2 de abril de 2010
Inmersión en catalán: es cosa de pobres
Inmersión en catalán: es cosa de pobres